4 de septiembre
Miércoles después del decimocuarto domingo después de la Trinidad
Muy amados hermanos, las Sagradas Escrituras nos exhortan en muchos lugares que debemos confesar y reconocer la multitud de nuestras iniquidades y ofensas. No debemos, de ninguna manera, disimularlas ni ocultarlas ante nuestro Dios y Padre Celestial, sino confesarlas con un corazón contrito y humillado para obtener el perdón de ellas gracias a su bondad e infinita misericordia. Aunque en todo momento debemos hacer una humilde confesión de nuestras culpas ante su divina presencia, esta obligación es precisa cuando nos reunimos para darle las debidas gracias por los grandes y magnánimos beneficios que recibimos diariamente de su generosa mano, para declarar su alabanza, escuchar su divina Palabra y pedirle todo lo necesario para nuestros cuerpos y almas. Por lo tanto, les ruego a todos los que están aquí presentes que, con un corazón verdaderamente humillado, me acompañen diciendo:
Padre Todopoderoso y Misericordioso, nosotros nos hemos alejado de tus caminos y como ovejas perdidas hemos vagado fuera de tus senderos. Hemos seguido desordenadamente los planes y deseos de nuestro propio corazón. Hemos quebrantado tus santos mandamientos. No hemos hecho lo que debíamos; al contrario, hemos llevado a cabo lo que no debíamos hacer; y en nosotros no hay salud. Pero tú, Señor, ten piedad de nosotros, miserables pecadores. Perdona, oh Dios, a aquellos que confiesan sus faltas. Restaura a los que se arrepienten, de acuerdo con tus promesas reveladas a la humanidad en Jesucristo, nuestro Señor. Y por su amor, concédenos, oh Padre Misericordioso, que de ahora en adelante vivamos de manera sobria, justa y piadosa, para la gloria de tu Santo Nombre. Amén.
El Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, ha otorgado poder y mandado a sus ministros para declarar y pronunciar a su pueblo arrepentido la absolución y perdón de sus pecados. Él es quien perdona y absuelve a todos los que verdaderamente se arrepienten y creen sinceramente en su Evangelio. Por lo tanto, supliquemos que nos conceda verdadero arrepentimiento y su Santo Espíritu, para que las obras que realizamos actualmente sean de su agrado, y que nuestra vida de aquí en adelante sea pura y santa, de modo que finalmente en la vida venidera gocemos de la gloria eterna; por Jesucristo, nuestro Señor.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Señor, apresúrate a socorrernos.
Señor, acude rápido en nuestra ayuda.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Alabemos al Señor.
El nombre del Señor sea alabado.
1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová;
Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
2 Lleguemos ante su presencia con alabanza;
Aclamémosle con cánticos.
3 Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses.
4 Porque en su mano están las profundidades de la tierra,
Y las alturas de los montes son suyas.
5 Suyo también el mar, pues él lo hizo;
Y sus manos formaron la tierra seca.
6 Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
9 Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron, y vieron mis obras.
10 Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
11 Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
2 Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
3 No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
4 Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
En ellos puso tabernáculo para el sol;
5 Y este, como esposo que sale de su tálamo,
Se alegra cual gigante para correr el camino.
6 De un extremo de los cielos es su salida,
Y su curso hasta el término de ellos;
Y nada hay que se esconda de su calor.
7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;
Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos;
En guardarlos hay grande galardón.
12 ¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos.
13 Preserva también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí;
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Jehová te oiga en el día de conflicto;
El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario,
Y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas,
Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón,
Y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación,
Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios;
Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido;
Lo oirá desde sus santos cielos
Con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquellos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová;
Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
El rey se alegra en tu poder, oh Jehová;
Y en tu salvación, ¡cómo se goza!
2 Le has concedido el deseo de su corazón,
Y no le negaste la petición de sus labios. Selah
3 Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien;
Corona de oro fino has puesto sobre su cabeza.
4 Vida te demandó, y se la diste;
Largura de días eternamente y para siempre.
5 Grande es su gloria en tu salvación;
Honra y majestad has puesto sobre él.
6 Porque lo has bendecido para siempre;
Lo llenaste de alegría con tu presencia.
7 Por cuanto el rey confía en Jehová,
Y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido.
8 Alcanzará tu mano a todos tus enemigos;
Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
9 Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira,
Y fuego los consumirá.
10 Su fruto destruirás de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
11 Porque intentaron el mal contra ti;
Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán,
12 Pues tú los pondrás en fuga;
En tus cuerdas dispondrás saetas contra sus rostros.
13 Engrandécete, oh Jehová, en tu poder;
Cantaremos y alabaremos tu poderío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: 2 A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.
3 ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? 4 ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, si no apresare? 5 ¿Caerá el ave en lazo sobre la tierra, sin haber cazador? ¿Se levantará el lazo de la tierra, si no ha atrapado algo? 6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? 7 Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. 8 Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?
9 Proclamad en los palacios de Asdod, y en los palacios de la tierra de Egipto, y decid: Reuníos sobre los montes de Samaria, y ved las muchas opresiones en medio de ella, y las violencias cometidas en su medio. 10 No saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiña y despojo en sus palacios. 11 Por tanto, Jehová el Señor ha dicho así: Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados.
12 Así ha dicho Jehová: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho.
13 Oíd y testificad contra la casa de Jacob, ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: 14 Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra. 15 Y heriré la casa de invierno con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán arruinadas, dice Jehová.
Te alabamos, oh Dios
A ti, como Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos;
a ti, eterno Padre, te venera toda la tierra.
Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran;
los querubines y serafines te cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
La brillante muchedumbre de los mártires.
A ti te glorifica la santa Iglesia por todo el orbe;
A ti, Padre de majestad inmensa,
a tu adorable, verdadero y único Hijo,
también al Espíritu Santo, Consolador.
Tú eres el Rey de la gloria oh Cristo,
Tú eres el Hijo único del Padre:
Tú, al hacerte hombre para salvarnos.
No desdeñaste el seno de la Virgen.
Tú, quebrantando el aguijón de la muerte.
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú estás sentado a la derecha del Padre.
Creemos que un día has de venir como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
comprados por el precio de tu propia sangre,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna nos contemos entre tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad;
Dirígelo y protégelo ahora y siempre.
Día a día te bendecimos;
alabamos tu nombre para siempre.
Guárdanos hoy, Señor, de todo pecado;
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad.
Señor, muéstranos tu amor y misericordia,
porque en ti hemos depositado nuestra confianza.
En ti, Señor, ponemos nuestra esperanza;
Que no seamos jamás avergonzados.
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
Y nos levantó un poderoso Salvador
En la casa de David su siervo,
Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
Para hacer misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su santo pacto;
Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.
Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
Para dar conocimiento de salvación a su pueblo,
Para perdón de sus pecados,
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Creo en Dios Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra;
y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro;
que fue concebido del Espíritu Santo,
nació de la virgen María,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato;
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos;
al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
y desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Oremos.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. Amén.
Señor, muéstranos tu misericordia.
Y concédenos tu salvación.
Llena a tus Ministros de virtudes.
Y da alegría a tu pueblo escogido.
Señor Dios, defiende a tu Pueblo.
Y bendice a tu heredad.
Danos paz en nuestros días, oh Señor.
Porque no hay otro que pelee por nosotros sino tú, oh Dios.
Oh Dios, purifica nuestros corazones.
Y no alejes de nosotros tu Santo Espíritu.
Dios Eterno y Todopoderoso, concédenos un aumento de fe, esperanza y caridad; y, para que podamos obtener lo que prometes, haz que amemos lo que mandas; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oh Dios, autor de la Paz y amante de la Armonía, en cuyo conocimiento depende nuestra vida eterna y cuyo servicio es plena libertad, defiende a estos tus humildes siervos en todos los ataques de nuestros enemigos. Para que, confiando enteramente en tu protección y amparo, no tengamos ocasión de temer la fuerza de ningún adversario, por el poder de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Señor nuestro, Padre Celestial, Eterno y Todopoderoso, que nos has hecho llegar al principio de este día, guárdanos en él con tu gran poder y haz que no caigamos en ningún pecado ni incurramos en ningún peligro. Antes bien, que todas nuestras acciones sean dirigidas por ti, de modo que siempre hagamos lo que es justo y agradable a tus ojos, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oh Dios omnipotente, que nos has dado gracia para que en esta ocasión te dirijamos nuestras súplicas de manera unánime; y has prometido que cuando dos o tres se congreguen en tu nombre, les concederás sus peticiones: Cumple ahora, oh, Señor, los deseos y ruegos de tus siervos, como más les convenga; concediéndonos en este mundo el conocimiento de tu verdad, y en el venidero la vida eterna. Amén.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.
A menos que se exprese lo contrario, la versión de la Biblia usada es la Reina-Valera 1960 ®.
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